19/08/2009

Reflexión sobre el rescate de Oscar Pérez en el Latok II

Alberto Ayora, autor del libro "Gestión del riesgo en montaña y en actividades al aire libre", escribió esta reflexión sobre el rescate de Oscar Pérez, antes de conocerse ayer la decisión de abandonarlo.
 
En ocasiones el destino nos va dando paulatinamente las claves. Sólo hace falta saber y querer leerlas. Escribía las líneas que vienen a continuación el pasado sábado día 15 desde la incertidumbre que provocaba el futuro desenlace del extraordinario rescate al que estábamos asistiendo en el Karakorum, y víctima de la ebullición de ideas que generaban las sensaciones vividas en esta semana de pasión y angustia. Ráfagas de esperanza y desesperación se alternaban de un día para otro como estrellas fugaces, como las lágrimas de San Lorenzo que salpican nuestro firmamento en estos días, y sentía la necesidad de explicar el porqué de un rescate así a pesar de las pocas posibilidades de éxito que ofrecía; más allá de la simple, completa e histórica respuesta de "porque está ahí".

  Hace sólo tres años, y casi por estas mismas fechas, participaba en una expedición en la misma cordillera junto con otro club oscense. En aquella ocasión el objetivo era un "sencillo y transitado" ochomil, el GII. Bajando de cima uno de nuestros compañeros sufrió una caída a 7.800 metros, a resultas de la cual se lesionó una pierna y el cuello, quedando incapacitado para andar por su propio pie. Ninguna de las expediciones que intentaban la cima ese mismo día, y de las que omitiré su nacionalidad, acudió en nuestra ayuda; y  todos nuestros desesperados intentos para convencerles fueron en vano. Tuvimos que valernos por nosotros mismos, subir a buscarle, y tras vivaquear una noche a esa altura, descenderle al campo base entre todos los miembros de nuestra expedición.

En esa misma expedición, y durante la marcha de aproximación, nos cruzamos con un porteador baltí que había sufrido una fractura de tibia y peroné por el terrible impacto de una piedra en el Broad Peak, otro de los gigantes del Karakorum. Estaba trabajando para otra expedición occidental, igualmente me reservaré el decir de qué nacionalidad, pero sus componentes no quisieron asumir el coste de su evacuación en helicóptero y lo abandonaron a su suerte. Por supuesto, el mismo hecho de ser paquistaní, tampoco fue garantía para su rescate, y cuando nos lo cruzamos a las puertas del majestuoso circo de Concordia, todo el "operativo" del rescate eran las espaldas de su hermano que se encontraba en el mismo lugar. Nuestro médico del Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM), Jorge Palop, le realizó las primeras curas y le inmovilizó la maltrecha extremidad, mientras los demás organizamos una evacuación que costeamos entre todos los miembros de la expedición.

Presentación de la expedición de

Presentación de la expedición de "Al Filo de lo Imposible" al Pilar Oeste del Makalu (2005). En la imagen, el comandante Alberto Ayora, jefe del grupo militar que marcha al Pilar Oeste del Makalu. A su derecha Sebastián Álvaro.
La cosa pinta muy fea colega, pero si hace falta me vuelvo a Skardú
Este mismo médico era el que se ponía en contacto conmigo el pasado domingo a primera hora de la mañana. Su voz grave me esbozaba las primeras pinceladas del accidente en el Latok II y me preguntaba si conocía a alguien que estuviera en el Karakorum. No voy a negarlo, desde el principio el frío análisis y la experiencia no permitían ser muy optimista. Pero cuando la vida de alguien está en juego no ha lugar para cavilaciones. Recuerdo que fue una hora de llamadas infructuosas a teléfonos fuera de cobertura intentando localizar a dos aspirantes al GMAM que por esas fechas estarían de camino al Layla Peak, hasta que al final obtuve la respuesta de mi amigo Sebastián Álvaro, que se encontraba como prácticamente todos los veranos camino de Hushé, una remota aldea del Karakorum en la que dirige un proyecto humanitario. "La cosa pinta muy fea colega, pero si hace falta me vuelvo a Skardú para coordinar y echar una mano en lo que haga falta". Así se lo transmití a Lorenzo Ortas, y como él mismo me dijo con su fina ironía al día siguiente: "Le tomamos la palabra."

  Estaba comenzando el que probablemente será sin lugar a dudas uno de los rescates más complicados de la historia del alpinismo mundial, y el que ya es un modelo de ejemplaridad, independientemente de las posibilidades de triunfo, y del porqué sí en esta ocasión y porqué en otras no. Y estoy convencido que eso es lo fundamental, y el mensaje principal con el que debemos quedarnos.

  Es cierto que han apostado muy alto y les ha salido mal, pero en absoluto cabe juzgar de temeraria e imprudente la conducta de dos extraordinarios alpinistas que deciden convenientemente preparados, equipados, y habiendo evolucionado progresivamente,  acometer una vía de escalada de esa envergadura. La prueba más evidente de que realizan una evaluación del riesgo apropiada nos la da el hecho de que desisten del objetivo que inicialmente se proponen por no encontrarse en condiciones óptimas y que seleccionan otro alternativo. Por el contrario, y no entro en otros campos, ¿cuántos miles de conductas imprudentes se dan en nuestras pistas de esquí durante la temporada invernal o simplemente practicando senderismo en nuestras cordilleras?

  Es obvio que se trata de una ruta de compromiso extremo, en la que uno debe valerse por sí mismo y en un lugar donde un rescate es casi imposible; eran totalmente conscientes de eso y por ello su primera reacción tras producirse el accidente fue intentar bajar con sus propios medios. No lo consiguieron, y la complejidad de esa maniobra lo demuestra el que a su compañero le llevase día y medio el bajar de la pared. Pero precisamente ese mismo compromiso extremo, esa fortaleza mental, es la mejor garantía para una supervivencia extrema, y así lo demuestra el ser plenamente consecuente con la gravedad de la situación asumiendo que en al menos ocho o diez días no puedes esperar ayuda.  

Óscar se valía de sí mismo para derretir nieve
Es verdad que una repisa a unos 6.400 metros de altura, aunque la altitud no sea en este caso determinante, no es el lugar idóneo para alguien que está herido; pero ahora sabemos, aún desconociendo exactamente el alcance de las lesiones, que no está en la cara norte, sino en la vertiente sur más soleada y más cálida, y que tras el accidente estaba consciente y era capaz de derretir nieve con el infiernillo para hidratarse, una de las claves más importantes para el resultado final.

  Pero por desgracia igualmente es ineludible que el tiempo pasa inexorablemente. Pero también aquí hay una señal de esperanza, pues mientras que las previsiones meteorológicas que barajábamos a principio de semana anunciaban un empeoramiento para este fin de semana, ahora contradicen el ritmo del Karakorum, y parecen que darán tregua hasta el martes.

  Por todo ello, y aunque no tengamos constancia fehaciente del estado de Óscar Pérez, creo incuestionable la conveniencia del rescate y el afirmar que ahora no es momento para la polémica. Pienso sinceramente que ya habrá tiempo para discutir, como se está haciendo en muchos foros estos días, sobre quién y cómo se pagan los rescates en general. Y no me refiero a éste en concreto, porque no me cabe duda alguna que si es necesario toda la familia montañera nos movilizaremos si hace falta para ayudar a costear el mismo. Porque tras haber experimentado en primera persona en unas cuantas ocasiones el desamparo y abandono más absolutos en la montaña, no me cabe duda alguna de que lo fundamental  es, además del hecho de intentar salvar una vida humana, que se está dando un ejemplo de entrega y solidaridad del  máximo nivel en todo el mundo y para las generaciones venideras. Jamás un club, una nación, se había movilizado así para realizar un rescate de esta dificultad y a esa distancia; ese espíritu, esa semilla, estoy convencido que darán sus frutos y salvarán más vidas en el futuro, pero también espero y deseo que nos sirva para recapacitar qué podemos hacer todos y cada uno para evitar los accidentes que tenemos más cercanos.

  Hoy ya sabemos que el mal tiempo no ha dado tregua y que el rescate no ha podido consumarse. Sólo queda acompañar a los que quedan, pero al mismo tiempo con el alivio de ver que la fe sigue moviendo montañas, y con el orgullo de poder decir bien alto que soy alpinista.

12/08/2009

Tormentas estivales

¿Cómo se forma una tormenta eléctrica? ¿Se pueden prevenir? ¿Cuáles son los mejores consejos para evitarlas o que podemos hacer si nos sorprende?

A menudo, todos aquellos que nos movemos por la montaña hemos desistido de nuestra actividad alpina por causas meteorológicas. Sin duda, en la montaña, una de las peores situaciones que nos puede tocar vivir es encontrarnos inmersos en medio de una tormenta eléctrica. Y es que pocos fenómenos meteorológicos son tan impresionantes y tan peligrosos como una tormenta en la alta montaña.  Las consecuencias de una fuerte tormenta –especialmente si ésta se ha formado súbitamente- pueden llegar a ser dramáticas cuando el montañero es sorprendido en plena actividad y no tiene tiempo de reacción. Por ejemplo, escalando una pared, tendremos que soportar fuertes rachas de viento, granizo o pedrisco, bajones repentinos de temperatura, resbalones y caídas de piedras y si la tormenta nos sorprende en un barranco los riesgos crecerán exponencialmente ya que en pocos minutos podrá llegar a subir de manera súbita el caudal del torrente.
La nube de tormenta por excelencia es el cumulonimbo ya que es la causante de todos estos fenómenos adversos que hemos comentado. ¿Pero, de donde sale tanta energía? Pues partiremos de la base que esta nube puede llegar a alcanzar los 14 o 15 km de altura, una masa nubosa que llegará a rozar los límites superiores de la troposfera. Su crecimiento se debe al choque de masas de aire frío con otras más cálidas y húmedas las cuales dispararán la convección y cuanto más grande sea la diferencia de temperatura y humedad de ambas masas de aire mayor y más rápido será el crecimiento de la nube de tormenta. En la fase de formación y madurez de un cumulonimbo se generan grandes ascendencias (rachas de viento internas que pueden superar los 140 km/h). Estos ascensos son los responsables de transportar el vapor de agua hacia las capas más altas de la nube, allí donde la temperatura rozará los –50º o –60º. Estos violentos movimientos de aire provocan el choque entre las gotas de agua, cristales de hielo o granizo pequeño, generando cargas eléctricas en el interior de la nube. Las cargas positivas se acumulan en la parte superior del cumulonimbo y las negativas en la parte inferior y en su base. Por otro lado, en la superficie de la Tierra se acumulan cargas positivas. Entre la base de la nube y la superficie terrestre existirá una gran diferencia de potencial y llegará un momento que la atmósfera ya no podrá ejercer de aislante, generándose una descarga. Inicialmente, esta primera descarga saldrá del suelo (o del árbol, cima puntiaguda, pararrayos, etc...), sirviendo de guía y abriendo un canal conductor por el aire, en sentido ascendente. En una milésima de segundo la descarga conectará la base de la nube con la descarga guía. El calentamiento de este hilo o canal de aire llegará a temperaturas próximas a los 30.000ºC en un instante, dilatándose el aire y produciéndose una gran explosión: el trueno.
Existen diversas categorías de tormentas y diversas situaciones meteorológicas que las originan. Podremos ver la formación de tormentas durante cualquier época del año pero, normalmente, será  en la época más cálida cuando frecuentan más. En la época estival, por ejemplo, se pueden formar de manera aislada y local, siendo, generalmente, violentas y bastante peligrosas debido a su repentina aparición.  Por ejemplo, existen las tormentas de "buen tiempo" o de calor, generadas a partir del calentamiento diurno y por las corrientes ascendentes (térmicas). Se pueden llegar a formar incluso con altas presiones y no denotan un cambio de tiempo a nivel general. Únicamente son procesos que responden al recalentamiento de las capas más bajas de la atmósfera, una dinámica que desaparecerá al finalizar el día. Otra situación característica en la que se acostumbran a desarrollar nucleos tormentosos en nuestro país se dará con la entrada de perturbaciones atlánticas. Los flujos del suroeste, asociados a la proximidad de una borrasca, impulsarán aire muy cálido e inestable procedente del interior de la Península. Estas rachas reactivarán la nubosidad existente, por ejemplo, en la vertiente meridional (sur) pirenaica y ayudarán a que se desarrollen y se extiendan los cumulonimbos por toda la cordillera.
Dejando al margen si nos hemos informado de las previsiones meteorológicas (¡algo que damos por supuesto!), se pueden observar algunos indicios antes del desencadenamiento de un periodo tormentoso:

  • La presencia de nubes cumuliformes a primera hora de la mañana són un indicio de inestabilidad, ya que nos están informando que la atmósfera se muestra bastante cargada de humedad. Además, la sensación de bochorno será notable.
  • La consulta del altímetro nos servirá como un barómetro ya que durante una larga parada a una determinada altitud, cualquier cambio en la altura registrada por el aparato sólo se corresponderá a una variación en el tiempo atmosférico. Por ejemplo, un aumento de varias decenas de metros en la altitud nos indicará un empeoramiento (la presión habrá bajado y por éso hemos ganado altura sin movernos). No obstante, este método no será determinante o efectivo al cien por cien ya que en situaciones de tormentas severas y violentas se llega a observar un repentino aumento de la presión (un descenso en la altitud del altímetro).
  • Poco antes de la descarga de la tormenta notaremos fuertes rachas de viento (en general serán cortas pero de intensidad moderada). Este viento precederá el desplome del aire frío asociado al cumulonimbo.
  • El trueno nos informará de la distancia a la que se encuentra la tormenta. Sabiendo que las ondas sonoras se desplazan por el aire a una velocidad de 330 m/sg nos valdrá con contar los segundos transcurridos entre el relámpago y el trueno y dividir el resultado entre 3 (para saber la distancia en km).
  • Un signo evidente previo a una descarga eléctrica es el zumbido de los objetos metálicos o el erizamiento del cabello. Esta situación es una señal de peligro inminente de una muy posible tormenta eléctrica que podrá afectarnos antes de media hora de notar estos "chasquidos".
  • En la fase previa al desarrollo y descarga de una tormenta los animales presentarán un estado de nerviosismo bastante notable. Incluso las personas llegamos a notar una especie de "stress" o tono vital más "pesado" y alterado.
Si pese a todo nos vemos inmersos en una tormenta se aconseja actuar de la manera siguiente:
  • Si las descargas todavía no están encima nuestro, alejarse de cualquier objeto metálico. Las cruces o símbolos metálicos instaladas en las crestas y cimas serán uno de los principales reclamos (a parte de nuestra cabeza si no descendemos rápidamente de los puntos más altos!).
  • Si las descargas están ya muy cerca, debemos desprendernos del material de escalada, piolets, crampones, bastones... y si vamos en bicicleta nos debemos bajar y alejarnos de ella hasta que pase la tormenta. La posición a adoptar -nieve o granice- hasta que cesen las descargas o se alejen será permaneciendo sentado, encima de la mochila o de la cuerda, inclinados hacia delante y con la cabeza agachada entre las piernas (¡si nos levantamos ejerceremos de pararrayos!)
  • En abrigos de pared ("balmas") y cuevas, no se aconseja colocarse justo en la boca de la cavidad, sino en el fondo de la misma (mejor si está seca), aunque lo más recomendable es separarnos unos 3 mts de la pared (si el terreno lo permite) y aguardar en la postura comentada en el punto anterior.
  • Debemos apagar walkie-talkies y teléfonos móviles ya que las radiaciones electromagnéticas que emiten atraen los rayos, y ni por casualidad debemos acercarnos a árboles aislados, instalaciones eléctricas o telefónicas o a rebaños de animales.
  • No debemos estar en contacto con el agua ya que la electricidad seguirá las superficies mojadas, especialmente los ríos o torrentes. Junto con el agua, las superficies metálicas a evitar serán, por ejemplo, las vías ferratas, cuyos cables de seguridad funcionarán como auténticos pararrayos.
  • Aún así, si la tormenta nos sorprendre escalando y no nos da tiempo de montar un ràpel, debemos asegurarnos con la misma cuerda (directamente a un saliente rocoso), evitando la utilización de mosquetones o cualquier material metálico.
  • En casas o refugios aislados o expuestos se recomienda no utilizar ni el teléfono ni situarse cerca de las chimeneas. Se debe apagar el fuego de la chimenea ya que éste crea corrientes de aire y flujos de iones, captadores de posibles rayos. Si el refugio es pequeño y metálico será mejor situarse en su centro, alejándonos de los materiales metálicos como tuberías o estufas de hierro.
  • Si encontrais una persona insconciente tras haber recibido una descarga por un rayo es muy posible que sufra una parada cardio-respiratoria por lo que se le debe practicar rápidamente la RCP (reanimación cardiopulmonar).